Contaba la abuela, que cuando su hija se fue al Brasil, los Martinicos de Lapeza le regalaron unos zapatos magicos, que cuando taconeaba la llevaban a Lapeza y la hacian sonreir.
Cada dos por tres, mi tia venia a Lapeza a visitar a su madre, con los zapatos magicos.
Para que la gente no se asustaran, contaron a todos que ella vivia en Almeria.
Para que la gente no se asustaran, contaron a todos que ella vivia en Almeria.
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