El renombrado Carmen del Granadillo,
al pie de la Alhambra, en el comienzo de la cuesta de los Chinos , junto al
actual Rey Chico.
La imagen recoge en todo
su esplendor el fuerte colorido de estos parajes donde , desde antiguo, se
alzaban los escasos, celebrados y maravillosos cármenes del Darro. Uno de ellos
, a la entrada de camino del Avellano, el de los Chapiteles , propiedad del
Gran capitán, que lo ennobleció con sus escudos , había figurado siglos antes
las láminas de Civitatis orbis terrarun, mencionándosele como Casa del Moro
Rico. Mariano Antequera- que nació por cierto en el Carmen del Granadillo, que
reproducimos –, describió sentidamente este bello panorama de cármenes y
huertos junto al lecho de río, enfrente el cerro de San Miguel, coronado de
murallas y cubierto en su parte baja de pitas chumberas y cuevas . El Carmen
del Granadillo, una de las más sugestivas imágenes de la Granada pintoresca, no
permaneció ignorado para los artista del período romántico, que lo llevaron a
sus grabados .Era una construcción popular del siglo XVIII; transformada en el
siglo siguiente, pero conservando las alegres claves estéticas de la primitiva
edificación, con su ameno y gracioso jardin de deliciosa glorieta cubierta de
rosales en primavera. Cuando las flores de los cármenes despiertan- decía
Rusiñol- el aire se emborracha de aromas .Al fondo del soñador paisaje, el
puente de la Chirimías y la iglesia de San Pedro. En los años 60 de nuestro
siglo, el Carmen del Granadillo lo adquirió el Ayuntamiento, utilizándolo como
vestuario del escenario que era situado sobre el Darro para las actuaciones
artísticas de la feria del Corpus, pero un incendio hizo aconsejable su demolición
Hay expresiones literarias abundantes de la impresión que causaban estos
parajes Escritores muy diferentes se entusiasmaron con la arquitectura amable y
los risueños vergeles de esto cármenes del Darro, desde donde las puesta de sol
tienen un ímpetu rojo y ardiente , de voluptuosidad y de sangre. Entre los
deslumbrados por el panorama, hemos elegido al azar al comediógrafo y cronista
sudamericano Felipe Sasone que alcanzó a conocerlo y disfrutarlo aún en 1923.El
escritor peruano se maravillaría , al pasear por aquí, de que allá altivas, la
piedras altivas de la Alhambra , parecieran como recogerse en sí misma al caer
la tarde, dando la impresión indefinable de misterio y melancolía El viajero
terminaba sus impresiones en la revista, La Esfera, diciendo: En el ambiente
eternamente perfumado de los cármenes del Darro se aspira una lejana
voluptuosidad musulmana; se adivina y se goza aquella paz de los antiguos
granadinos enamorados de la vida por el placer de sentirse vivir.