El animal sagrado de Lapeza no es el toro que corre tras los jovenes y los menos jovenes en los encierros de Lapeza, ni es el cerdo que nos obligaron a sacrificar publicamente en nuestras calles llenas de frio durante el invierno, cincuenta dias antes de que terminara cada año.
Tampoco es el gallo que canta por la mañana y nos despierta, nos abre los ojos cada nuevo dia y que un dia terminaba sus dias en una perola con arroz.
Ni el bacalao que venia salado de tierras lejanas. Ni el conejo con cuya piel se han construido los tambores de Lapeza durante miles de años.
El animal sagrado de Lapeza, ha sido y es, el choto. El hijo de la cabra, al que hemos sacrificado y compartido con amigos y familiares en aquellos momentos de entrañable alegria.
La aguela hacia un choto frito con ajillos que estaba riquisimo y cuando no habia choto pues haciamos judias verdes fritas con tomate en las juntas de los rios que tambien estaban muy ricas.
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