El ilustre médico e invesigador granadino
Federico Olóriz y Aguilera – que da su nombre a la estrepitosa
avenida que lleva el estadio de lo Cármenes desde la
Avenida de la Costitución –, fue una de las figuras más
sobresalientes de la vida científica española en los
últimos años del siglo pasado y comienzos del actual,, en la
plenitud de una vida de notable capacidad ,nos privó
acaso de quién sabe qué increíbles progresos en
el campo de la Antrología , en el que era una
autoridad reconocida mundialmente . Nacido en la calleja de San
Juan de Letrán, en 1855, estudió Medicina como alumno
interno de nuestra Facultad, y en 1883 obtuvo por oposición la
Cátedra de Anatomía de la Universidad Central, Allí, en el
viejo caserón del colegio de San Carlos , fundó en el
que sería su famoso laboratorio de Antropología , en el que
llegó a reunir una colección de 2.2oo cráneos , con sus
correspondiente fichas . Pronto sus trabajos sobre
dactiloscopia- de vital la criditaron su reputación.
Pio Baroja – vecino de la misma casa que ocupaba Olóriz en
Madrid, en la calle de Atocha-, lo describe en sus Memorias como un
hombre áspero y brusco. El novelista anotaba en sus recuerdos , que
Olóriz había hecho libros importantes entre ellos . el Indice
cefálico de España y la talla humana en España ,habiondose
además distinguido en cuestiones de dactiloscopia ,
perfecionando un método de Bertillón para la identificación
de los criminales.,
El científico granadino tuvo fama de profesor ejemplar y
admirable, a la vez que antropologo de primer orden, Fue
miembro de la Real Academia de medicina y eclecto de la
Real Academia de la Historia . Su Manual de técnica anatómica
(1890) su Anatomía descriptiva ( en colaboración con su compañeros
de cátedra. profesor Calleja); El valor de las medidas
de la cabeza en los estudios antropológicos 1893) y sus
trabajos sobre la población española culminados sobre
la longevidad en nuestro país , fueron sus publicaciones
más importantes .Fue ejemplar y conocidísima su larga y fraterna amistad
con Ramón y Cajal, a quien siempre derrotaba en ajedrez, originado
pintoresco enfados que terminaban entre carcajadas. Murió en 1912,
a los 57 años de un cáncer de páncreas. Sus última lección la dictó
sobre su propia muerte , cuyos implacables avances iba-
observando Mientras pudo hablar fue citando en voz alta los
síntomas que percibía . Su hijo los escribía , temblorosamente
.Maestro hasta el final.
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