DESLUMBRA el exterior de la capilla
real, teñido de oros a la luz artificial que lo baña de noche. Las viejas
piedras del siglo XVI, gastadas por las lluvias y los
veranos, sensibles a la primavera y el otoño, piedras con perfume
de símbolos , parecen convertirse en gemas de un
valioso joyel antiguo. Será, a caso, una ilusión de los sentidos; pero sin
duda, esté es uno de los enclaves granadinos donde, si se
consigue disfrutar en soledad, se toca y se huele la historia más
intensamente.
Fundada por los reyes católicos para su
enterramiento, por real cédula fechada a 13 de septiembre de 1504,
-<>-, los restos de los
monarcas y patronos del nuevo templo tardaron algún tiempo en
reposar definitivamente en él. La reina lo había dejado dispuesto.
Mandó en su testamento que, así como hubiese hecho la jornada para la otra
vida, se la vistiera con el hábito Franciscano y, sin tocarla para más, se la
dejase sin embalsamarla siquiera, hasta que su esposo, Don Fernando,
determinase el punto y hora de entierro, <>. La soberana, conociendo a que 12 de Octubre
de 1504 que su fin se acercaba, había añadido: << Pero quiero é mando que
si el rey mi señor eligiere sepultura en otra cualquier iglesia ó
monasterio de cualquier parte ó lugar destos mis reinos, que mi cuerpo
sea allí trasladado é sepultado junto al cuerpo de su señoría, porque el
ayuntamiento que tovimos viviendo, é que nuestras ánimas
espero en la misericordia de Dios tendrán en el cielo lo tenga, é
represente nuestros cuerpos en el suelo>>. Mandaba también que
sus exequias fuesen sencillas, << Antes como de
labradora pobre – escribe Diego San José – que como reina poderosa, sin luto
alguno ni demasiadas hachas ; que sería más en
servició de Dios y bien de los humildes que se gastase en pan y vertidos
para ellos aquello que hubiese de terminación de gastarse en
ultraterrenas pompas ...>>.
Medió tan breve tiempo entre la fundación
de la capilla Real y la muerte de la reina, el 26 de noviembre del mismo año
1504, que fue necesario el enterramiento provisional de los restos de
Isabel I en el convento franciscano de la Alhambra, a donde le seguirían
los del rey Fernando, muerto en Madrigalejo, el 23 de enero de 1516. Allí
permanecería hasta su traslado definitivo, el 10 de noviembre de 1521, a
la capilla real ya terminada. Reinaba el emperador Carlos V, nieto de
aquellos reyes, cuando acababa de labrarse esta piedra que luce, bella y
primorosa al sol, enjoyada a la luz artificial que la envuelve de noche.
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